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Identidad

  • Foto del escritor: José A. Hernández C.
    José A. Hernández C.
  • 17 ago 2018
  • 2 Min. de lectura

¿Quiénes somos? y sobre todo, ¿qué bien le hacemos al mundo?


Hay algo inmiscuido dentro de nuestras mentes, un sentimiento muy profundo y una iniciativa que es capaz de mover montañas y palpitar corazones de una manera ilógica. Muy dentro de nosotros, escondido, hay una voluntad y un fuego que irradia con fuerza dentro de nuestros corazones. Aunque muchos aún no tengamos idea de que sea eso, la vida se encargará de presentarnos nuestra mayor motivación y el motor de nuestra esperanza en cualquier momento. Cuando menos nos lo imaginemos, nos encontraremos en una circunstancia en donde nuestro verdadero propósito saldrá a relucir.


Planes enteros e ideas cobran fuerza y vida propia en base a lo que muchas veces, no nos damos cuenta de que es la forma en la que pensamos y que quizás, sea el mayor impulsor dentro de nuestras vidas. Un negocio que fracasa, un político que pierde, una campaña que no resulta, una enfermedad atroz, una relación tóxica... ¿cómo es que nos levantamos?, ¿cómo es que nos ponemos de pie y seguimos adelante?


Pues eso se lo debemos a esa llama inapagable que lleva encendida dentro de nosotros desde el día en que nacimos. Sentir ese calor, acobijarse debajo de esa fogata, escuchar ese sonido, cambia vidas enteras y da rumbo a motivaciones intangibles.


Aún así, resulta ser una tarea sumamente complicada encontrar en dónde es que se esconde esa pequeña flamita. A lo mejor nunca nos hemos puesto a buscarla, o quizás, simplemente nunca se ha presentado ante nosotros. Pero, hay que resaltar, que encontrar ese refugio puede representar el mayor logro dentro de nuestras vidas, pues cuando realmente lo sentimos, todo dentro de nuestra mente se aclarará y entonces, nuestra realidad se vuelve distinta.


Encontrar esta flama es lo que hoy en día le hace falta a México. Empresarios que han fracasado miles de veces, políticos deshonestos que juegan con la labor social y emprendedores que no encuentran las maneras de seguir adelante, comparten una singular característica; no han despertado esa pequeña flama de identidad propia.


Una flama de identidad propia que sobrevive a la peor nevada, a glaciares inmensos cayendo sobre ella, a lluvias torrenciales, a inmensas tormentas y a los vientos más huracanados. Una flama que, no se extingue ni aunque nosotros ya no estemos presentes dentro del planeta. Una llamarada que se vuelve capaz de transferirse de generación en generación, un fuego fatuo que mueve convicciones enteras y formula ideas al rededor de equipos de trabajo, un calor que da sentido y rumbo a la vida entera.


Que nuestro deber como seres humanos sea el de encontrar esa motivación inagotable, que ya lo demás venga solo.




 
 
 

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